Por: Rosaurora de la Cruz Brindis
En la edición pasada, en esta misma columna valoraba la preservación de los árboles y su importancia en la vida del ser humano y del ambiente.
Semanas después, un nuevo fenómeno nos cimbró de manera particular. México y en especial su capital, enfrentaron serios problemas en la calidad del aire. Durante esos días los altos índices de contaminación nos llevaron -a ciudadanos y gobiernos- a replantearnos un problema que por décadas se había minimizado sin hasta el momento encontrar la estrategia y los protocolos a seguir.
Desde finales de abril, y principios de mayo una “mancha gris” cubrió el cielo de la Ciudad de México y la zona conurbada. Los malestares se dejaron sentir de manera inmediata. Niños, adultos y ancianos comenzaron a sentir dolencias en ojos y garganta; los más sensibles tuvieron fuertes problemas pulmonares. El uso de cubrebocas se hizo cada vez más habitual, y un ligero temor ante lo desconocido empezó a posicionarse entre la gente; por primera vez, muchos mexicanos escuchamos hablar de las partículas PM 2.5 y los daños que éstas generan. Dichas partículas son tan finas que entran directo a nuestro sistema respiratorio haciendo enormes daños a la salud comparables con la cocción de alimentos con leña. ¿Los culpables? Decenas de incendios incontrolables y vientos de baja velocidad.
La naturaleza es tan poco previsible que las PM 2.5 ni siquiera están contempladas en el Plan de Contingencia, aun cuando son consideradas las más peligrosas para la salud, de tal forma que en el 2018 Greenpeace y Redim aseguraron en un informe que estas partículas limitan el crecimiento pulmonar de los niños.
Es así como de nuevo el medio ambiente nos pone en una encrucijada. Por más que el Gobierno y los grupos de apoyo ambientalista trabajen en protocolos para reducir este tipo de contaminación, no es suficiente. No existe un programa que nos ayude a prever los embates que la naturaleza nos propina. Y es que, aunque el medio ambiente suele buscar su propio equilibrio, las malas decisiones que los seres humanos hemos tomado durante los últimos años se han traducido en desbalances graves y consecuencias catastróficas.
Es tarea de todos cuidar y preservar el ambiente, el ejemplo empieza desde casa y con sencillas medidas con las que podríamos disminuir estos efectos intentando encontrar ese equilibrio ecológico que alguna vez tuvimos y hoy tanto añoramos.
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